Pilita Clark

Muchos Parlamentos siguen siendo entornos laborales tóxicos

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 19 de abril de 2021 a las 04:00 hrs.
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Un funcionario dimitió tras ser acusado de violar a una trabajadora sexual. Otro está siendo investigado por sospecha de haber tenido relaciones sexuales con una joven de 17 años. Un tercero ha sido degradado tras ser acusado de violar a una joven de 16 años en los 80.

Estas son las noticias de los últimos días sobre tres políticos en tres Parlamentos de dos países, Estados Unidos y Australia. Incluso para los estándares políticos modernos, ha sido un momento agitado cuando se trata de acusaciones de conducta sexual inapropiada. Casualmente, he trabajado en los mismos lugares que todos ellos. Así que me pregunto, una vez más, por qué los Congresos del mundo son tan tóxicos y por qué están tardando tanto en cambiar.

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Yo era una reportera muy joven a principios de los 80 cuando me enviaron a cubrir el Parlamento de Nueva Gales del Sur en Sidney, que hasta hace unos días tenía un parlamentario llamado Michael Johnsen. Renunció después de que surgieron informes de que le había ofrecido a una prostituta 1.000 dólares australianos para tener relaciones sexuales en su oficina en el Parlamento y le envió mensajes de texto lujuriosos durante el turno de preguntas. Los jefes del partido, que ya estaban lidiando con las acusaciones de que Johnsen había agredido sexualmente a la mujer, dijeron que se le había acabado el tiempo. Su presunto comportamiento en el Parlamento, como dijo un líder, “no pasaría la prueba del pub”.

¿Estaba sucediendo algo así cuando estuve allí? Posiblemente, aunque puedo decir con confianza que no existía el “sexteo” en ese entonces, ya que era más de 20 años antes de que saliera a la venta el primer iPhone.

Lo mismo sucedió en el Parlamento nacional de Canberra, donde pasé la segunda mitad de mis 20 años. El periodismo político nos enseña mucho sobre el comportamiento humano, pero lo que ha sucedido durante las últimas ocho semanas en Canberra ha sido impactante. Christian Porter ha sido removido de su puesto de fiscal general tras ser acusado de violar a una mujer hace más de 30 años.

Una exmiembro del personal ministerial ha dicho que “se despertó en medio de una violación” en el Parlamento hace dos años después de ir allí por la noche con un colega de alto rango. Otras cuatro mujeres dijeron que el mismo colega las agredió, y surgieron imágenes de otro asistente del gobierno masturbándose en el escritorio de una parlamentaria.

Canberra, por primera vez, está haciendo olas más grandes que Washington DC, donde el congresista de Florida Matt Gaetz ha estado luchando contra acusaciones de que tuvo relaciones sexuales con una menor de edad y que violó las leyes federales de tráfico sexual. Habiendo sido una corresponsal extranjera en Washington en el tiempo de Clinton, encuentro que este caso parece más lamentable que notable, especialmente después de la Presidencia de Trump.

De cualquier manera, todavía no conocemos el resultado de las investigaciones sobre esta última serie de acusaciones, las cuales son negadas por los tres hombres involucrados. Sin embargo, si alguno de estos políticos termina con un caso contra ellos, no será una sorpresa. Para empezar, no hay entornos laborales más hostiles que los de un Parlamento. Por diseño, estos lugares están llenos de combatientes activos ansiosos por enfrentarse entre sí.

Pero las asambleas legislativas también comparten dos de los rasgos más estrechamente relacionados con las altas tasas de acoso sexual en otros trabajos: hay muchos más hombres que mujeres y lo que los investigadores llaman un “clima organizacional” que efectivamente tolera el acoso. En otras palabras, un liderazgo que no protege a los denunciantes, no castiga a los culpables o no toma las denuncias en serio.

Algo bueno ha resultado de la última serie de acusaciones. Tanto en Washington como en Australia, existe un creciente reconocimiento de que los Congresos deben abordar su histórica falta de departamentos de recursos humanos o los procesos para tratar las instancias de mala conducta que han sido comunes en la vida empresarial durante años.

Estos sistemas no siempre son perfectos, ni tampoco lo es el esquema de quejas establecido en el Parlamento del Reino Unido después de una ola de acusaciones de conducta sexual inapropiada que envolvió a Westminster en 2017. Pero al menos existen. Aún mejor, los líderes políticos conservadores, al menos en Australia, han señalado la necesidad de establecer cuotas de género a las que sus partidos se han resistido durante mucho tiempo, con el fin de igualar a los Parlamentos desesperadamente desequilibrados. Ya es hora. Los hombres constituyen la mitad de la población mundial, pero en promedio ocupan el 75% de los escaños en los Parlamentos mundiales. En la Cámara Baja de Australia, la cifra es de 69%. En EEUU es el 73%. En última instancia, el cambio no sucederá hasta que los individuos que deciden qué comportamiento es aceptable se parezcan mucho más a las personas que los eligieron.

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